Francisco Pimentel fue conocido en Venezuela, su patria natal,
por el pseudónimo de "Job Pim" y también por el de "El Jobo".
Nació en Caracas en 1889. Sus padres fueron Francisco Pimentel
y Margarita Agostini. El padre fue escritor, miembro de número
de la Academia Venezolana de la Lengua; su madre también hizo
incursiones en las letras. Cursó cuatro años de Derecho,
sin llegar a terminar dichos estudios.
Se inició Francisco en el periodismo en 1911, escribiendo en
El Nuevo Diario una sección en verso que tituló Pitorreos.
Luego colaboró también en El Universal, La Esfera, y
El Imparcial. Fue co-fundador de El Heraldo. En 1912 aparece
en la revista El Cojo Ilustrado. Colaboró también en Elite,
y Fantoches -casi siempre en verso.
En mayo de 1918 Pimentel funda su propia revista que tituló
Pitorreos, la cual se transformó, en agosto del mismo año,
en diario, teniendo como colaborador al humorista "Leo"
(Leoncio Martínez), y otros escritores jóvenes. Pitorreos
gozó de una popularidad extraordinaria, pero en enero de 1919,
por orden de Juan Vicente Gómez fue suspendido, destrozados
sus archivos, y él y Leo reducidos a prisión en La Rotunda de
Caracas. Desde cuatro días antes, se hallaba encarcelado en
dicha prisión su hermano Luis Rafael, y a ella ingresaría poco
después otro hermano, Tancredo.
Empieza así el primero de los tres encarcelamientos que hubo
de sufrir Job Pim, -cada uno de ellos duró un promedio de
tres años. De su calabozo en la fatídica cárcel La Rotunda,
traía siempre algunas composiciones, que el propio autor las
calificaba de tono "grave". Y en los intervalos de libertad,
entre uno y otro encarcelamiento, reasumía sus composiciones
en tono "agudo", de sano humorismo. En una época tituló sus
diarios y festivos versos: Crónicas Jobiales.
Su primera prisión, que duró desde enero de 1919 a diciembre
de 1921, fue la más terrible. Durante todo ese lapso estuvo
totalmente incomunicado, sin ver la luz del sol, privado del
baño; oyendo la agonía de muchos de sus compañeros a quienes
sacaban muertos. El Jobo soportó grillos de setenta libras
acostado en el suelo sin siquiera una mala colchoneta.
Cuando fue asesinado don Juancho Gómez, hermano del Presidente
Juan Vicente, en junio de 1923, fue llevado de nuevo a La
Rotunda. Salió a los tres años, y al salir interrogó al Alcaide
que estaba de turno, por qué lo habían hecho preso, para
decirlo en su casa.
Su última prisión fue en el año de 1928, después de la
protesta de los estudiantes. Pasó varios meses oculto, pero
luego decidió entregarse. Durante esta última prisión, a causa
de habérsele presentado un dolor de estómago agudo y constante
-principio de la enfermedad que le causaría su muerte- se
logró que lo pasaran al Hospital Militar, donde estaban otros
presos entre ellos don Casimiro Vegas, padre de María Luisa,
la que fue después su esposa.
En su última prisión escribió unas coplas al coronel Jorge García;
aún allí florecía su ingenio y triunfaba su espíritu. Con las
siguientes coplas correspondió el Jobo a una inesperada gracia
que concedióle el Alcaide de La Rotunda, permitiéndole que
aprovechara los servicios de un dentista, que había ido a terminar
un trabajo a Lucas Manzano, para que se mandara a hacer una plancha
dental:
ESTAS NOTAS SOBRE FRANCISCO PIMENTEL "JOB PIM" FUERON HECHAS SIN
FINES DE LUCRO, CON EL SOLO PROPOSITO DE AYUDAR A DIFUNDIR LA OBRA Y
VIDA DE ESTE EMINENTE VENEZOLANO.
Señor alcaide y guardián:
siempre fue la gratitud
la más excelsa virtud
que los mortales tendrán:
Darle gracias, pues, me toca
y las doy con efusión;
pues si el favor fue en la boca
me llegó hasta el corazón.
Otro tiempo en este "hotel"
me dejé la dentadura,
y no me dejé la piel
porque la tengo muy dura.
Y aunque el compensar no abunda,
usted resarce; es sencillo:
lo que perdí en La Rotunda
lo encuentro en el Manzanillo.
Mas yo vengo tan errado
hace diez años y pico
que quizás me perjudico
con los dientes que he logrado:
pues dirán, lógicamente:
"Si el Jobo antaño mordía
teniendo monda la encía
¡cómo morderá al presente!"
Pero la intención fue buena
y tenga certeza plena,
mi custodio y coronel:
cada vez que dé un mordisco,
lo recordará Francisco
Pimentel.
Job Pim imprimió siempre a sus escritos un ferviente amor a
la libertad, combatiendo sin tregua en su estilo, al parecer
festivo, la tiranía de Gómez. Irreductible en su dignidad de
patriota y de hombre, soportó una vida de pobreza y de
privaciones, sin claudicar jamás, y sin miras políticas de
ninguna clase. Durante la dictadura de Gómez, Job Pim se veía
limitado a abordar temas algo triviales, so pena de silenciar
de un todo su pluma o buscarse un nuevo y mas severo encarcelamiento.
El "Jobo" se nos presenta siempre con el don único de saberse
hacer amable y, por ende, leíble. Aun cuando no se estuviera
de acuerdo con Job Pim, serán contadísimas excepciones los
casos en que el lector se desagradara con el humorista, por
la manera tan humana, correcta y personal que tiene para no
ofender al lector, aun en los casos más delicados.
Fue grande su compenetración con el medio ambiente venezolano,
y más que nada con el medio ambiente caraqueño. Llego a ser
un maestro consumado en saber echar mano de cualquier tema y
regalárnoslo vestido con sabrosos versos que se paladeaban en
pocos instantes. Todo lo criollizaba a su gusto. Con una
ductilidad única, aun la noticia más trivial del periódico,
salía a los pocos días transformada por su mano en atractiva
producción literaria. Job Pim supo contar en verso, como nadie
jamás lo había hecho, cualquier tema que se le ofreciera.
Llegaba al máximo su habilidad al tratar su propia y quebrantada
salud. Solo un humorista como "Pim" pudo escribir un soneto tan
maravilloso como el que tituló Desahuciado:
Me han visto nueve médicos. Los nueve,
de nuestra Facultad ornato y gala.
Los nueve encuentran mi salud tan mala,
que me debo morir en plazo breve.
Congestión en el hígado, y no leve;
bronquitis, de la tisis antesala;
un riñón de su puesto se resbala
y el colon no funciona como debe.
Yo morir no me siento... Pero ¿cómo
nueve sabios así de tomo y lomo
se van a equivocar sobre mi suerte?
¿Que me debo morir? ¡Venga la muerte!
¡Todo antes que dejar en la berlina
a media Facultad de Medicina!
Job Pim fue el mejor versificador venezolano: por la sonoridad y
el ritmo de sus frases; por sus versos que suenan bien pero sin
perder sentido; por su manejo perfecto de la rima, aun para las
consonantes mas difíciles.
Y junto al humorista y al versificador extraordinario, Job Pim
supo, en multitud de oportunas ocasiones, dictar lecciones
avisadoras y sabias moralejas, de mejor efecto que muchos serios
tratados. Y cuando quiso, demostró ser un notable poeta lírico,
como se aprecia en su poema La Bordadora.
Encargado de la Presidencia el general López Contreras, éste
nombró Cónsul en España a Francisco, quien acababa de casarse.
Escogió Valencia, ciudad que le encantó, pasando en ella una
temporada feliz como recién casado. Y a pesar de la guerra que
estando allí le sorprendió, al preguntarle un amigo cómo le iba
en su cargo, le respondió:
-No puedo quejarme, este es un Consulado bueno...,
pero con_su_lado malo.
Regresó a Venezuela en 1940, y a pesar de sus quebrantos de salud,
reanudó sus tareas periodísticas para El Heraldo, El Universal y
El Morrocoy Azul. Fue sometido a una intervención quirúrgica,
como último recurso para sus males. Apenas sobrevivió a la
operación 36 horas. Y todavía en ese estado conservó su espíritu
humorístico. Al regresar de la mesa de operaciones, como fuera a
verlo el poeta Blanco, le dijo:
-Andrés Eloy, ¿sabes que por fin abrieron el segundo frente?
Está delirando, pensó Andrés.
Pero el Jobo continuó, mostrándole al amigo la herida que le
dejará la operación:
-Sí, viejo, se lo abrieron al más zoquete. Me lo abrieron a mí...
Y a Guillermo Austria, conocido por buen gastrónomo:
-Guillermo, tú no podías faltar en una operación de estómago.
Dos grandes poetas lo despidieron en su tumba:
Miguel Otero Silva con su soneto
EN LA MUERTE DE JOB PIM
Llegó hasta ti la muerte. Tu enemiga,
tu antítesis, tu propia negación.
Ella, la entraña seca del terrón,
y tú, la pulpa henchida de la espiga.
Ella, la sombra que el abismo abriga,
y tú, la luz de altivo farallón;
ella, el callado andar de la traición,
y tú, el murmullo de la voz amiga.
Llegó la muerte a ti: rosa esculpida
en los marfiles de tu frente lacia
y en el granito de tu pecho inerte.
Mas fue tu gracia tal raudal de vida
que no la muerte te tronchó la gracia
y sí tu gracia iluminó a la muerte.
Y Andrés Eloy Blanco con su glosa:
LA MUSA POPULAR DESPIDE A FRANCISCO PIMENTEL
Entre otros, publicó los siguientes libros en verso:
Desde mi Periscopio; Pitorreos, 1917; Sal de Pim, 1943;
Graves y Agudos. Y en prosa: Enciclopedia Espesa, 1931;
El Balance de Eva, 1922.
En el año de 1950 el Ministerio de Educación Nacional decidió
dar su nombre a una de las más importantes concentraciones
escolares de Caracas, ubicada en la Esquina Mamey y que desde
entonces se llama Escuela Francisco Pimentel.
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Lea algunos
Poemas y artículos selectos de Francisco Pimentel.
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EL HUMORISMO EN FRANCISCO PIMENTEL
Muchos de sus chistes y anécdotas, que improvisaba con espontaneidad
asombrosa, fueron recogidos por varios escritores. Entre otros:
Ingresó en cárcel de La Rotunda un sujeto del interior de la
República, el cual tenia todas las trazas de ser un general.
Alguien dijo:
-Como que es un general el preso.
Replicó el alcaide con voz fañosa:
-Aquí no hay más general que Gómez.
-Y el hambre, que también es general,
respondió el humorista.
El insigne poeta venezolano Andrés Eloy Blanco incurrió en el
error de sumarse a los corifeos del surealismo. En una oportunidad
escribió unos versos en esa forma y se los leyó a Job Pim, en
amable camaradería:
-Dime, con toda franqueza, ¿cómo te han parecido?
-Muy buenos, como tuyos, pero no seas tan flojo: ponlos en verso.
Una mañana se encontraron el Jobo Pimentel y "Leo", entonces
inseparables curruñas, en un botiquín. El Jobo al ver a Leo
quedósele mirando con fijeza y de modo muy serio le dijo:
-Leo, yo no me resigno a creer que tú seas un hombre de dos caras.
Ante aquella salida del amigo, aparentemente de reconvención,
Leo, también lleno de gravedad terminó por preguntarle al Jobo:
-¿Y a qué viene eso? Tú sabes que yo soy tu amigo.
-Sí, Leo, yo sé que tú eres mi amigo y sé también que tu no
tienes sino una sola cara, porque de haber tenido dos, hoy domingo
no sales con esa a la calle.
En cierta ocasión vino a Venezuela un escritor español de apellido
Ercilla, bastante pedante. Estaba Ercilla en la Plaza Bolívar
departiendo con un grupo de intelectuales venezolanos, cuándo uno de
éstos vio venir a Job Pim y lo llamó para presentarle al español.
-Maestro, le presento a usted a Francisco Pimentel, gran poeta y
humorista venezolano.
El español le tendió la mano despectivamente y dijo con sequedad:
-Ercilla.
Y Job Pim le respondió en el mismo tono:
-Er Jobo...
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Poemas y artículos selectos
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