FRANCISCO PIMENTEL - "JOB PIM"

Poemas y artículos selectos:

MESENIANA AL RELOJ DE CATEDRAL
SEÑORITA TELEFONISTA
DIATRIBA A LA LUNA


MESENIANA AL RELOJ DE CATEDRAL

 Si alguien toda su vida fue formal 
en esta alegre tierra 
que con la seriedad siempre está en guerra, 
es sin duda el reloj de Catedral.
Siempre llevó del tiempo la batuta,
y con exactitud que maravilla,
dirigió los relojes de la villa,
desde el más veterano al más recluta.

 Verdad es que algún día 
el viejo Dux enfermo amanecía: 
de pronto el minutero daba un brinco
y sonaba las horas la campana 
como le daba su bendita gana, 
y en vez de dar las dos, daba las cinco.
Pero a poco su médico llegaba, 
le examinaba el pulso, lo sangraba, 
y al otro día estaba ya curado 
y todo el mundo en el reloj confiado.

 Todavía está fresca la memoria 
de sus días de gloria, 
cuando atacaba, lento y magistral, 
en las solemnes fechas de la Historia 
los compases del Himno Nacional...

 Mas ¡ay! que todo pasa, todo muere,
de la Fama se extingue el vano estrépito,
y está el prócer reloj ya tan decrépito,
que provoca rezarle un miserere.
Hace poco 
estuvo enfermo toda una semana:
el minutero estaba como loco
y hacía mil desplantes la campana.
Por centésima vez
salió con vida de esta malandanza,
mas su demencia fue de tal jaez,
que la gente perdióle la confianza
y ya nadie lo acepta como juez.

 Viejo reloj, la noche ya te gana; 
a funeral ya suena tu campana; 
yo que también en no lejano día 
perderé la confianza ciudadana, 
te hago esta prematura meseniana 
risueña, mas sin gota de ironía...


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SEÑORITA TELEFONISTA

 Señorita telefonista 
jamás conocida de vista 
que fuiste acaso 
la primera mujer oficinista, 
la primera que en Caracas 
atrevióse a dar el paso inicial 
que os ha hecho tanto bien... 
y tanto mal.

 Señorita 
que tal vez eres bonita, 
y no obstante
nadie tiene para ti frase galante, 
que el más paciente suscritor se irrita 
y contra ti protesta 
y a veces de manera poco honesta 
cada vez que le dices "no contesta".

 Pobre esclava 
cuya labor anónima ni se ve ni se alaba; 
desdeñada muchacha que tienes el valor 
de escuchar sin envidia tantos dúos de amor.

 ¡Cuántas veces nos habremos encontrado, 
y en mi voz, familiar para tu oido, 
habrás reconocido al abonado 
de los reproches del color subido...

 (Imperdonable villanía, 
porque de sobra yo sabía 
que al extremo del hilo una mujer había).

 Y sin embargo, 
y a despecho de tanto perillán
hasta hoy te has sostenido en ese cargo 
por ganar un pan que, aunque amargo, 
al cabo es pan.

 Mas si el público es contigo 
tan inmisericorde y antipático, 
aún es peor otro enemigo: 
el teléfono automático, 
pues si éste no te recrimina 
en cambio tus servicios elimina.

 Tu retiro es inminente 
y ora aguardas en perpetuo sobresalto que el gerente 
te diga compungido: "Señorita, 
la Compañía no la necesita".

 Pero, no llores, no te apures, 
es muy probable que no dures 
tiempo excesivo en ese estéril ocio: 
hallarás otro empleo, de seguro, 
más amable, menos duro 
y quién sabe hasta te cases
con el dueño del negocio...


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DIATRIBA A LA LUNA

 Luna, pérfida luna, que en todas las edades 
fuiste origen y causa de mil calamidades, 
ha tiempo que conozco tus designios perversos, 
y por eso, en justicia, te insultarán mis versos.

 Descubriré la urdimbre de tus sórdidos planes, 
(por algo, de seguro, te aborrecen los canes) 
y haré con mis estrofas ridícula picota
para tu rostro lívido y tu risa de idiota.

 Tu luz hace invisible en los charcos el cieno; 
aparece el pantano como firme terreno,
y gozas con la rabia que anima los semblantes
cuando enlodan sus botas los cándidos viandantes.

 Por virtud de tu magia, finges, artera luna,
que duermes en el fondo de la clara laguna;
y el incauto muchacho, que conquistarte ansía,
en lugar de la luna, coge una pulmonía

 Tus poderes malignos, tus artes y destrezas,
a trastornar aplicas las humanas cabezas;
y con raros hechizos, por medios enigmáticos,
los manicomios pueblas de locos y maniáticos.

 Siembras en los caminos destellos rutilantes,
y los cristales rotos son fúlgidos diamantes,
que, al tocarlos, se vuelven cortantes enemigos
y destrozan las flacas manos de los mendigos.

 Eres cruel, solapada, de designios perversos, 
y por eso, en justicia, te insultarán mis versos,
por levantar el velo que oculta tus traiciones,
arrostraré las iras de Leopoldo Lugones;
y cuando por las noches te canten los poetas,
que nunca sospecharon tus malévolas tretas, 
haré con mis estrofas ridícula picota
para tu rostro lívido y tu risa de idiota.

1912


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